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jueves, 3 de mayo de 2012

La conciencia social una herencia de los Mártires de Chicago

Oscar Martínez

A 126 años de la masacre y ahorcamiento de los Mártires de Chicago, en El Salvador, la tarea fundamental de la clase trabajadora es la organización, unidad, lucha y solidaridad para la construcción de  un sistema y modelo político-económico que nos garantice una  justicia económica y social.
Esos obreros de los Estados Unidos que en 1886 se convencieron que el egoísmo y la maldad de la burguesía jamás permitirían su preocupación por el pueblo trabajador porque antes del interés colectivo se imponía siempre sus intereses individuales para vivir en la opulencia.
Esa conciencia social adquirida por los obreros es nuestro legado histórico, al comprender  las formas miserables de su diario vivir, la abstracción de su realidad que les permitió emprender la lucha en la búsqueda de la libertad para no seguir como esclavos del capital.

George Engel, al ser condenado a la horca en Chicago, el 20 de agosto de 1886, en esta "libre república", en el país más rico del mundo, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como parias sociales arrastran una vida miserable. Aquí he visto a seres humanos buscando algo con que alimentarse en los montones de basura de las calles.

 

El sindicalismo como una de las formas de organización de la clase trabajadora es hasta nuestros días una opción para defendernos de los estragos de la crisis del sistema capitalista y  de las patronales que nos privan de nuestro diario vivir.
Las diferentes formas de la lucha de la clase trabajadora deben aspirar a la humanización de las relaciones laborales en donde los explotadores de nuestra fuerza de trabajo desaparezcan y nosotros no tengamos que  morirnos de hambre y miseria.
Las luchas para lograr las ocho horas laborales son una muestra de nuestra primera gran victoria como clase trabajadora en donde la burguesía con el control de las leyes, la opinión pública mediática, la clase política y la policía  asesinó a nuestros Mártires de Chicago.
Fue en 1889 en Paris, cuando el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional estableció el primero de mayo como Día Internacional de la clase trabajadora como un homenaje y reconocimiento a la lucha por la jornada laboral de 8 horas que realizaron los obreros de los Estados Unidos en 1886.
En virtud de ello, se acordó que el 1 de mayo debería organizarse movilizaciones  simultáneas de trabajadores en todo el mundo, 1890 fue la primera vez de una movilización mundial, poniéndose de manifiesto la capacidad de la clase trabajadora de luchar por sus reivindicaciones.
En estos días conmemorables para la clase trabajadora es importante recordar las palabras del líder cubano Fidel Castro, la "victoria" es siempre para los pueblos, la "muerte" es el destino del revolucionario. El Che Guevara describía nuestra utopía obrera, así  "En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera.
La lucha heroica de los Mártires de Chicago fue la expresión de una conciencia clasista con una ideología proletaria que les permitió ejercer el poder de la lucha política por la dignificación de la vida a la cual trascendieron y hoy son ejemplo de emancipación de humanismo.
A 126 años de esa gesta heroica de los obreros de Chicago, en El Salvador el neoliberalismo sigue con su expedición fúnebre hartándose de vidas ambulantes sin empleo o con salarios miserables que contrastan con el estilo de vida de la clase política.
Esos políticos que hoy piden perdón por ambicionar  ganar  4 mil ochocientos dólares para invitar a sus amigos a comer, dar becas de estudio,  o simplemente porque aseguran merecerlo,  aun seguirán ganando más de 4 mil dólares.
Paradójico, porque en la pasada campaña electoral aseguraban que tenían vocación de servicio y ser fieles defensores de los intereses del pueblo. Estos políticos que aseguran que los errores son de humanos, tienen razón porque los animales no se equivocan.
Pero ¿Se puede equivocar la clase trabajadora en sus formas de lucha? Cuando la realidad está marcando las malísimas condiciones de vida de las amplias mayorías en un momento histórico especial en donde el partido de izquierda gobierna y administra la crisis dejada por los políticos y empresarios del gran capital de la derecha arenera.
Los sobrevivientes de este sistema capitalista tenemos la obligación y el deber moral, no solo de marchar como sompopos de mayo, sino de crear las condiciones para destruir  este sistema que convierte a las personas en mercancía, a los trabajadores en esclavos y concentra su interés en la acumulación del dólar y no en la vida integra de la persona humana.

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